Freud en un episodio del antisemitismo.


Sigmund Freud ingresó a la universidad en 1873, en un ambiente de antisemitismo. A lo largo de sus estudios desprecio a quienes lo trataban de “sucio judío” y a aquellos que esperaban que admitiera una “inferioridad racial”. En varias ocasiones tuvo que enfrentarse a canallas que lo colmaban de insultos. Y como pueden imaginarse, la cosa antisemita no queda ahí.

Freud escribe en 1885 a su amada Martha el siguiente episodio.

“En el barullo de los últimos días no he encontrado un momento de tranquilidad para poder escribirte. El hospital se ha convertido en un manicomio, y te voy a contar ahora mismo lo que ocurrió.

El domingo Koller [se refiere a Carl Koller quien descubrió la anestesia local a partir de las propiedades anestésicas de la cocaína], el que ha hecho tan famosa la cocaína y con quien recientemente había hecho amistad, estaba de servicio en el Registro y allí tuvo una pequeña diferencia de opinión, relativa a una cuestión técnica sin importancia, con el médico que actúa de cirujano en la clínica de Billroth, quien súbitamente llamó a Koller  “puerco judío”. Ya puedes imaginarte la atmosfera y en general la amargura que sentimos, lo que quiere decir en suma que cualquiera de nosotros hubiera reaccionado como lo hizo Koller: abofeteo al que le insultó, el cual salió precipitadamente y acusó a Koller ante el director. Este, sin embargo, desautorizó al delator, poniéndose categóricamente de parte de Koller. Esto fue un gran alivio para todos nosotros. Más, dado que los dos son oficiales del ejército, se vio obligado a desafiar a Koller en duelo, y en este mismo momento están dirimiendo sus diferencias a sable, habiendo fijado condiciones bastante severas. Lustgarten y Bettelheim (el cirujano regimental) actúan como padrinos de Koller.

Estoy demasiado turbado para escribirte más ahora: pero no enviaré esta carta hasta que pueda participarte el resultado del duelo. Se podrán decir tantas cosas acerca de esto…"




Y finalmente la carta termina así:

"Todo ha salido bien, mujercita mía. Nuestro amigo resultó ileso del duelo y su oponente tiene dos profundos cortes. Estamos todos contentos, y este ha sido un día que recordaremos orgullosamente. Vamos a hacer un reglo a Koller para conmemorar su victoria.

Adiós, mi vida, y escribe pronto otra vez a tu
Sigmund".

Freud ya había enviado a Koller una botella de vino previamente a la ejecución del duelo.

Ese ambiente antisemita no dejara de insistir, fue el caldo de cultivo mismo que tendría su máxima expresión en la Segunda Guerra Mundial.

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