ANTROPOLOGÍA Y PSICOANÁLISIS:
PSICOMUNIDAD. José Carlos Aguado Vázquez
– Maria Alejandra de la Garza Walliser. Colofón, 2018.
Este es un libro muy reciente,
prácticamente salido del horno. Escrito por un antropólogo con formación en
psicoanálisis y por una psicoanalista, cuya primera formación fue en
sociología. Por cierto de María Alejandra de la Garza Walliser, ya hemos
hablado aquí de un libro que compiló: EL LUGAR DEL PSICOANALISTA.
El libro se compone por ocho
capítulos, además de la introducción, cuatro anexos y dos prólogos. El primer
capítulo se titula: “Identidad, psicoanálisis y antropología”. Le sigue el
dedicado a “Psicocomunidad”, después “Etnopsicoanálisis del trabajo comunitario
realizado en dos vecindades del Centro Histórico de la Ciudad de México”. El
capítulo IV se titula “Diagnostico psicosocial. Interpretación y análisis del
caso”, inmediatamente viene “Síntesis etnopsicoanalítica de las comunidades
investigadas del Barrio de Santo Domingo, Ciudad de México”. El sexto capítulo
se titula “Proceso del grupo de investigadores-promotores a través del análisis
de las fantasías previas”, para después aparecer “Psicocomunidad, numeralia de
la visitas domiciliarias”. Y casi para finalizar las “Reflexiones finales”.
Este recorrido por los nombres de
los capítulos nos muestra la ruta seguida en el trabajo de psicocominidad
emprendido por los autores y, originalmente, por nueve investigadores-promotores
comunitarios. Ya que a lo largo de los capítulos nos van mostrando el trabajo,
desde la propuesta de psicocomunidad, que realizaron. Se trata de elaboraciones
teóricas pero también del trabajo en concreto que se llevó a cabo. Un trabajo
que denominan etnopsicoanalítico.
Y sobre los planteamientos en
relación a Freud y el psicoanálisis los autores dirán que: “El psicoanálisis
freudiano ha demostrado su potencial tanto en la salud mental como en la
investigación de la psique (particularmente del inconsiente). Sin embargo, sus
requerimientos metodológicos y su costo [evidentemente se refieren al psicoanálisis]
lo hacen poco accesible a la mayoría de la población y difícil de aplicar en
los fenómenos sociales. En contraste, psicocouminidad permite ampliar estos
beneficios en el trabajo con grupos sociales. Consideramos que esta propuesta
teórico-metodológica aporta también beneficios para la investigación social
cualitativa, ya que le da profundidad y permite transitar de una
descripción-interpretación a una interpretación-explicación”.
Me gusta el potencial que tiene
el psicoanálisis para pensar más allá de la clínica. Como no recordar las palabras
de Freud cuando dijo que “la psicología individual es simultáneamente psicología
social”. Uno puede desconfiar de aquellos que se instalan en una especie de
purismo al pensar y asumir el psicoanálisis como una práctica exclusivamente
clínica, pero clínica en el sentido del trabajado individual. Y no cabe duda
que hay valiosos planteamientos formulados desde el psicoanálisis para pensar y
trabajar en lo social. Aquí ya se han citado anteriormente ejemplos, los libros:
“La docencia frente al espejo”, “Adolescentes en conflicto con la ley”, “Otra
historia de la sexualidad” o “Filósofos después de Freud”. Seguramente iremos
encontrando más.
Pero hoy toca destacar este libro
de José Carlos Aguado Vázquez y Maria Alejandra de la Garza Walliser, quienes
tejen desde los planteamientos de José Cueli, Carlos Biro (ambos prologan el
libro), Gaston Bachelard, George Bataille, Pierre Bourdieu, Jacques Derrida,
George Devereux, Erik Erikson, Otto Fenichel, Claude Lévi-Strauss, Enrique
Pichón-Riiére, Paul Ricoeur y, por supuesto, Sigmund Freud, entre otros.
Con anterioridad, cuando leía el
libro, había dicho que se trata de un interesante trabajo con la metodología de
Psicocomunidad. Que vale la pena por su capacidad diagnostica de lo social, por
el trabajo que se hace sobre quienes intervienen y que a su vez son
intervenidos, por los puentes que se tienden entre psicoanálisis y antropología
y porque, me parece, ofrece elementos para el trabajo con grupos más allá o más
acá de lo psicoterapeutico o el método mismo de psicocomunidad.
Quizá todo lo dicho es para
quienes pensamos y trabajamos desde el psicoanálisis. Pero en el libro no sólo
se trata de los psicoanalistas y el potencial de sus herramientas para pensar y
trabajar en lo social. Se trata, por supuesto, también de otros, particularmente
los antropólogos. De quienes a decir del Dr. Carlos Biro, saben desde hace 100
años sobre la subjetividad y el cómo está presente en su trabajo, “que
distorsiona su percepción del Otro”. Y que hoy, gracias a Freud, para solventar
la presencia de la subjetividad del investigador se puede elegir entre falsear
e ignorar ciertas observaciones o “entrenarse
en el manejo disciplinario de la subjetividad”. Seguramente será una cuestión de
asumir cierta ética.
Terminemos insistiendo en lo que
se puede encontrar en el libro, tal como lo señalan los autores. Se trata del diálogo
teórico entre psicoanálisis y antropología, la metodología de psicocomunidad y
la hermenéutica requerida, un ejemplo concreto del trabajo comunitario desde la
metodología de psicocomunidad, un diagnóstico psicosocial y la interpretación
del caso, una reflexión etnopsicoanlítica, una análisis de la evolución
psicodinámica del grupo de promotores vía sus fantasías previas, una numeralia
de las visitas realizadas y, particularmente enriquecedor, la transcripción de las
sesiones del grupo de promotores comunitarios, desde la escucha de su
observador. Y esto último, para quien aquí escribe, ha sido lo verdaderamente
rico del libro. Como se dice en México, se trata de esa talacha que
generalmente los autores no se animan a hacer. Es decir, el trabajo más
detallado del proceso de investigación y reflexión, quizá el soporte mismo del
tejido de este libro.
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