Psi, Mauro Cruz Martínez.
La adolescencia es un “invento social” (García y Parada, 2018), una noción, como el de
infancia, que “en su genealogía aluden al proceso por el cual ciertos sujetos
sociales se hicieron “visibles” para pensar en
ellos y actuar sobre ellos”
(Anzaldúa, 2012).
La palabra adolescencia y los sujetos que la encarnan
suelen asociarse a una etapa de la vida donde adolecen. Adolecer es la
significación que se popularizo para referirse a los adolescentes. Esta palabra remite a la dolencia o enfermedad,
a tener o padecer algún defecto. Lo que produjo es que se considere a los
adolescentes como sujetos que están en una etapa de la vida donde adolecen, es
decir, que tienen algún tipo de dolencia, enfermedad o que padecen de algún
tipo de defecto.
Se puede usar la palabra adolecer para hablar de una
dolencia corporal, incluso bien podría decirse que se adolece de claustrofobia,
que se adolece de migraña o que se carece de un estado de salud deseable. Pero
resultaría curioso decir que se adolece de liderazgo. Cualquier sujeto bien
podría desear llegar a ser un líder, adquirir ciertas cualidades que le
permitan guiar un grupo de trabajo. Sería una rareza que alguien dijera de ese
sujeto que aspira a ser un líder que adolece de liderazgo. Pues no ser líder
no es un equivalente a estar enfermo. En este sentido lo que se dice es que los
adolescentes adolecen de adultez. El adulto como figura y modelo de la madurez,
como ese estado de independencia y realización plena. ¿No ser adulto es una
dolencia, una enfermedad?
Etimológicamente, el término proviene del latín adolescere que significa “ir creciendo”,
desarrollarse o madurar. El participio es adolescens,
“que está creciendo”. La Academia Mexicana de la Lengua dice que hay que
distinguir entre las voces adolescente y adolecer pues no están relacionadas
etimológicamente. Adolescente hace referencia al que está creciendo,
desarrollándose. Adolecer, se insiste, hace referencia a doler, sufrir, sentir
dolor. José G. Moreno Del Alba en su obra “Minucias del lenguaje” (1992) dirá
que es inaceptable decir, por ejemplo, que:
..."el programa adolece
de planeación", "la oficina adolece de personal calificado",
"el gobierno adolece de recursos". En estos ejemplos, […], se observa
que adolecer ya no significa padecer sino simplemente carecer: "el
programa carece de planeación", "la oficina carece de personal
calificado", "el gobierno carece de recursos". Obsérvese por
ende que el verbo adolecer está usado con impropiedad en esos contextos. En
todo caso, si se desea usar a toda costa el verbo adolecer, será necesario
añadir la palabra falta o ausencia: "el programa adolece de falta de
planeación", pues la planeación en sí misma ni en sentido recto ni en
metáfora es un padecimiento o dolencia; lo podrá ser, en efecto, la falta de
ella. (Moreno, 1992).
Así que adolescencia y por ende los adolescentes no
remiten etimológicamente a adolecer. Y es un desmontaje, que aunque bastante
popularizado, aun no lo es suficientemente. Si se analiza desde la
significación social la relación que se ha instituido entre adolescentes y
adolecer, la aclaración etimológica no es suficiente. Se necesitan otras vías
para poder pensar y quizás reconstruir una significación diferente.
Lo que si es cierto es que la etimología inscribe el
término “en una dimensión temporal [que] señala un inacabamiento, en el
contexto del crecimiento […], lo que supone un momento de transición hacia el
final, el estado adulto” (Fernández Raone, 2017). Y esta consideración, que se
produce desde la etimología de la palabra, problematiza ya la adolescencia en
relación al estado que guardan las diversas sociedades en relación a quiénes considera adolescentes. Es
decir, la definición y significación se relativizada dependiendo del estatuto
que las diferentes sociedades le otorgan a la adolescencia. Incluso hay
sociedades que no establecen ninguna demarcación. Pero esto también está dado de
lado de quienes se dedica a investigar la adolescencia, pues sus definiciones
se producen desde el saber que sostienen y los sostienen, así como a las
realidades a las que se buscan hacer referencia.
Tanto para las sociedades como para las ciencias que
investigan la adolescencia, valen las palabras de Le Breton, quien dirá que “La
adolescencia no es un hecho, sino, ante todo, una cuestión que atraviesa el
tiempo y el espacio de las sociedades humanas” (En Fernández Raone, 2017). O lo
que plantea Segui, cuando dice que la adolescencia “es una construcción
cultural que, como todas las construcciones, se configura de manera diferente,
según las épocas y los lugares y escapa a la lógica de lo universal” ((En
Fernández Raone, 2017).
Esto se evidencia cuando se revisan los problemas
antropológicos de la adolescencia y el cómo varían de acuerdo a la cultura. Lo
mismo ocurre cuando se la piensa desde la franja de edad, la cual es variable y
que en general es signada por la pubertad, sin dejar de considerar que hay planteamientos que consideran el periodo prepuberal.
Los problemas más arduos
surgen en establecer su límite, ya que desde los trabajos de Stanley Hall
(1904), quien consideraba el final de la adolescencia en los 24 ó 25 años, hay
diferentes posiciones, dependiendo del grupo social que se tenga en cuenta, o
del logro de la independencia económica y el casamiento, pero, como lo señala
Muuss (1969/1988), estas constataciones empíricas no indican necesariamente
madurez e independencia psicológica. (Fernández Raone, 2017).
Las consideraciones sobre la edad para tratar de
delimitar la adolescencia han llevado a diversos planteamientos. Señalábamos que
la pubertad generalmente signa el inicio de la adolescencia, pero su aparición
también ha tendido cambios.
La pubertad empieza en momentos
sumamente distintos para las niñas y los niños, y entre personas del mismo
género. En las niñas se inicia, como promedio, entre 12 y 18 meses antes que en
los niños. Las niñas tienen su primera menstruación generalmente a los 12 años.
En los niños, la primera eyaculación ocurre generalmente hacia los 13 años. No
obstante, las niñas pueden empezar a menstruar a los 8 años. Hay indicios de
que la pubertad está comenzando mucho más temprano; de hecho, la edad de inicio
tanto en las niñas como en los niños ha descendido tres años en el transcurso
de los últimos dos siglos. Esto obedece, en gran parte, a las mejores condiciones
de salud y nutrición. (UNICEF, 2011).
Las Naciones Unidas consideran que la adolescencia va de
los 10 a los 19 años. Pero se ha encontrado que gran cantidad de niñas y niños
experimentan los cambios fisiológicos y psicológicos, que se producen en la
pubertad, antes de los 10 años. Y a su vez hay otros niños que entran a la
pubertad hasta los 14 o 15 años, lo que significa que por algún tiempo ya han
sido tratados como adolescentes.
La adolescencia como un proceso evolutivo, ese “ir
creciendo”, desarrollarse o madurar que señala su etimología, también ha sido en
algo considerado, aunque sin señalar edad de inicio y fin, por Peter Blos, un
psicoanalista alemán que ha dedicado su obra al estudio de los adolescentes. Él
habrá señalado tres fases de la adolescencia: temprana, media y tardía. Cada una
de estas implica transformaciones psíquicas esenciales, que son parte de la
tarea evolutiva.
Dos de estas fases son consideras por la UNICEF, para
decir que la adolescencia temprana va de los 13 a los 14 años y la tardía de
los 15 a los 19, quienes también tienen en sus consideraciones los momentos
evolutivos del ser humano.
¿Cuáles son los adolescentes que asisten a consulta psicológica? ¿Son enviados por los padres, la escuela o ambos por consideraciones sobre su “adolecer” o trastornos del desarrollo evolutivo? ¿Cuáles son las concepciones de adolescente con las que trabajan los profesionales Psi?
Hemos visto que la adolescencia no es una enfermedad o un
estado equivalente a la carencia. Y que las consideraciones sobre la edad son
muy problemáticas y que poco o nada pueden llegar a decir de un grupo de
adolescentes en particular o menos aun de un adolescente que es llevado a la consulta
Psi. ¿Cómo estamos pensando la adolescencia en los tiempos actuales? ¿Cómo nos
estamos relacionando con los adolescentes y sus vicisitudes?
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