Otro psicoanálisis es posible. El sueño de un consultorio.


Otro psicoanálisis es posible. El sueño de un consultorio.
Por Psi. Mauro Cruz Martínez.

Una de las críticas más recurrentes hacia el psicoanálisis es su lugar en la llamada clase social burguesa. Desde cierto interior de las escuelas psicoanalíticas se alude al desconocimiento de la historia del psicoanálisis y la de su fundador Sigmund Freud para responder ha dicho señalamiento. Sin embargo, desde la experiencia de quien aquí escribe, algo de esta posición del psicoanálisis, quizá valga mejor decir de los psicoanalistas, se hace patente en la ubicación de los establecimientos de formación y los consultorios mismos de quienes practican este quehacer.

También me parece que se ha llegado a aludir a cuestiones teóricas para responder porqué cierto “elitismo” entre los integrantes de la comunidad analítica. El cómo juega lo imaginario en la relación de pacientes y psicoanalistas, las cuestiones transferenciales y un tanto la privacidad de los analistas en cuestión. Y estos elementos permeaban (permean) en los distintos espacios de transmisión, puesto que quienes buscan formarse en el quehacer psicoanalítico son los primeros pacientes potenciales. Ciertas distancias y tremendos rituales para acercarse a grupos con ciertas trayectorias o incluso que se consideran consolidados.

¿Se trata de cuidar a cierta clientela en específico? ¿A los futuros psicoanalistas que por el momento serían los analizantes? No conozco la respuesta pero si comparto esa percepción de que hay grupos de psicoanalistas que prefieren una relación con distancia. De ninguna manera les está prohibido. Pero me parece que algo se juega en esa forma que tienen de aislarse de los otros, de hacer grupos cerrados (justo como ahora explícitamente se puede hacer en Facebook).

Quienes recuperan la historia del psicoanálisis han llegado a decir que, por ejemplo, se han perdido espacios universitarios porque los psicoanalistas han preferido replegarse en sus consultorios no sólo para su quehacer clínico sino para el dictado de seminarios. Es en ese asilamiento o alejamiento, me parece, que se juega algo sintomático de ciertos grupos psicoanalíticos.

¿Cuál lugar para pensar psicoanalíticamente lo social, tal como Freud nos mostró? ¿Dónde queda el trabajo por el lazo social, ese del que habla Lacan? He llegado a entender que ciertos psicoanalistas dirán al respecto que se necesita espacios neutrales para el quehacer clínico, que el involucramiento en ciertas causas sociales “contamina” u “obstaculiza” su pensamiento clínico. He llegado a escuchar que el psicoanálisis y la posición del psicoanalista deben estar más allá del bien y del mal, razón por la cual, casi como consejo a quienes se forman como analistas, uno no debe involucrarse, uno debe mantenerse al margen para poder realizar su quehacer clínico.

Evidentemente no se trata de todos los grupos psicoanalíticos, incluso al interior de ciertos grupos con estas posturas también hay quienes no comulgan del todo. Y tampoco es que este en desacuerdo en que algo del orden de lo imaginario, eso que propuso Lacan, o las cuestiones transferenciales no tengan que ver y no incidan en la relación psicoanalista-psicoanalizante. Pero me parece que hacer extensivo esa forma de pensar en los espacios de formación, en los congresos o en las clases universitarias, tiene algo de excesivo y que bien puede ajustarse a esa idea de que lo psicoanalítico es propio de lo burgués. Es decir, como el comportamiento de una clase social que se percibe diferente y que por muy diplomática y empática que trate de ser hay distancias sociales que no sabe o definitivamente no quiere sortear.
¿Otro psicoanálisis es posible? Y me refiero a la postura de los grupos psicoanalíticos, más allá de las disputas teóricas que juegan a su interior. Más allá de asumirse en una filiación con cierto autor o cierta escuela psicoanalítica.

Diría que sí. Porque de lo contrario muy probablemente el malestar que produce estos posicionamientos de elite me hubiesen hecho abandonar el estudio y quehacer psicoanalítico. Y es evidente que escribo a título personal, aunque también me parece que hay quienes en algo comparten este pensar.

Pero insisto en que sí. Incluso geográficamente tengo noticia y experiencia de que hay grupos de estudio y quehacer clínico que están en las periferias o en puntos marginales. Uno respira aire fresco al saber de esto. Pero también diría que sí, porque hay figuras psicoanalíticas que tienen una manera distinta de asumirse como figuras rectoras de las reflexiones teóricas y sociales. Ninguna impenetrabilidad, sin alejamiento tal que los haga inaccesibles. Exigentes y disciplinados pero abiertos a compartir y a acompañar.

Claro que hay otras formas de asumir el quehacer psicoanalítico. Y eso está, como bien se saben en la transmisión que hay en el espacio analítico personal, ahí donde uno sabe de dificultades geográficas, económicas y del ritmo de un mundo distinto al que vivió Freud. Pero donde uno sabe que la disposición a la escucha es la base para crear otro lazo social.

Y por supuesto, las cuestiones sociales. Esas reflexiones y quehaceres que demanda el mundo en que vivimos. Esos frentes que no se pueden dar desde el consultorio, porque de ser así sólo sería la creencia de portar un discurso subversivo. El psicoanálisis se ha mostrado fecundo en su relación con otros saberes, capaz de interrogar e interrogarse, seguramente en la línea de la honestidad teórica que plasmó Freud. Pero también capaz de ser flexible y crear ahí donde las condiciones se alejan totalmente del sueño de un consultorio.

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