Psi. Mauro Cruz Martínez.*
El día de hoy, que en nuestro
país se celebra el día del psicólogo y que fue instituido por la Federación
Nacional de Colegios, Sociedades y Asociaciones de Psicólogos en México, he
recibido algunas felicitaciones. Lo cual me ha parecido un hermoso gesto.
Esta celebración que, desde hace
ya un par de años, me parece, trae a mi memoria un texto de David Pavón-Cuéllar
que tituló El Día del Psicólogo en
México: un festejo presuntuoso, inmerecido y usurpado. Un análisis puntual
de lo que acontece con el lugar que ocupan los psicólogos en nuestro país. Desde
la función de los profesionales de la psicología, de la cual no hay acuerdo.
Pasando por el hecho de ser una celebración institucional, burocrática,
administrativa y de tinte oficinesco. Y que no es una conmemoración, como bien
lo es el día internacional de la mujer u otras. Celebración y no conmemoración
a falta de un acontecimiento histórico o conquista social. También el hecho de
que la historia de la psicología en México no pasa por fuera de lo
institucional, en todo caso se trata, generalmente, de gestiones académicas, lo
que ha provocado que los logros sean autorreferenciales y quizá por ello
intranscendentes.
¿Por qué festejamos? Se pregunta
Pavón-Cuéllar. Si no denunciamos o combatimos los grandes problemas de nuestro
país, si no trabajamos en rededor de la miseria de las clases populares, sobre
las desigualdades sociales, la discriminación, la violencia política y
económica. No contrarrestamos el papel de los medios masivos de comunicación,
ya sea en la despolitización o manipulación electoral. Tampoco se brinda apoyo
psicosocial a las acciones colectivas o insurrecciones populares. Incluso, nos
dice el autor, agravamos todos esos problemas psicologizando lo económico y lo
político, promoviendo de otras formas la individualidad, no considerando los
efectos de lo social pero si patologizando.
Al parecer somos más bien funcionales
a las minorías dominantes, sólo somos accesibles para aquellos que pueden
pagarnos. Y más aún, no hemos podido elaborar un conocimiento psicológico
propio, somos una versión tropicalizada de lo europeo y lo estadounidense.
Pavón-Cuéllar es contundente,
casi sin espacio para poder decir que el quehacer de los psicólogos en este
país tiene algún sentido. Él dice que si hay psicólogos a los que debemos
festejar, pero no al psicólogo promedio. Sólo a aquellos que piensan y trabajan
en rededor del alma indígena, a quienes han ofrecido una visión crítica de la
psicología racista europea, a los que trabajan en la psicología política
militante o los entramados históricos del país.
Pero esta vez acudió también a mi
memoria la presencia de una mujer a la que me presentaron cómo psicóloga. Ahora
se bien que se trataba de una psicoanalista. Pero en aquel entonces no sabía de
la distinción entre psicología y psicoanálisis. Recuerdo que me ha hecho pensar
del porqué estudie psicoanálisis. En aquellos años aspiraba a ser contador, a
ser ingeniero, pero el encuentro con esta mujer me posibilito ubicar el lugar
de la pregunta. Poder preguntar o preguntarme parecía aclarar más que las
respuestas mismas. Mi impresión es que se comenzaba a tratar de mis preguntas. De
mis preguntas sobre lo impuesto socialmente, sobre los roles que me tocarían
asumir, sobre las condiciones en las que me había tocado nacer. “Poder pensar”
me decía. En ese momento, en la adolescencia, “poder pensar como ella”. Pero no
lo que ella pensaba sino poder pensar como ella lo hacía, tener esa posibilidad
en mis manos, hacer que mi pensamiento y mi ser me fueran perteneciendo.
Así, sin distinguir entre la psicología
y el psicoanálisis, migre para poder estudiar la licenciatura en psicología.
Vaya mi sorpresa porque en esa etapa de formación descubrí a la psicoanalista
con la cual mantuve muchos encuentros. Ya no la veía, geográficamente ya no
estábamos tan cerca, pero justo ahí la descubro. Descubro mucho de sus lecturas
y herramientas, su técnica, descubro el inicio de ciertos caminos que ahora
tendría la posibilidad de ir haciendo. Seguro tras de ella había muchos otros,
pero en su persona se condensó lo necesario para inspirarme a asumir un lugar,
tomar decisiones, trazar mis rutas.
Ya en la universidad, aunque no
todos, me permitió encontrar maestras y maestros inspiradores, cuyos discursos
y acciones que me convocaban, me involucraban, me cuestionaban. ¿Al servicio de
quién? Se cuestionaba y cuestionaba una de ellas. ¿Psicólogos al servicio de
quién? Patricia Casanova había trasmitido esta pregunta a algunas de quienes
fueran mis maestras. Una interrogante que no dejó de circular en el trayecto de
la licenciatura.
La implicación, las demandas
institucionales o sociales, el inconsciente, el deseo, el reconocimiento y la
alteridad del otro, los sujetos y la producción de qué subjetividad han sido
ciertos referentes que no dejan de problematizar mi quehacer cómo psicólogo, mi
estancia en los lugares de trabajo. Ahí donde siempre hay un resquicio, un
resquebrajamiento que posibilita preguntas y movimientos, ya no sólo las mías,
si no la de otros, en otros trayectos, con otros deseos.
También para mi sorpresa, cuando
básicamente me ocupo de los aportes del psicoanálisis y cierta psicología
social, pues uno tiene que elegir y a mi turno lo he hecho, descubro que otros
descubren que hay un más allá del consultorio. Me parece que a algunos los
conmueve y otros sólo lo ven para negarlo, evadirlo. Pero justo hay quienes descubren
que hay cierta realidad social donde los sujetos se mueven o son movidos, son
condicionados o limitados, donde hay posibilidades de asumir o no sus
decisiones, sus locuras, sus deseos y sus rumbos.
No deja de sorprenderme que haya ciertos
posicionamientos psicológicos o psicoanalíticos que desconocen, evitan o no
pueden adentrarse a los entramados sociales. Quizá por eso la lectura de David
Pavón-Cuéllar me convoque, porque me hace pensar que efectivamente hay un
intenso trabajo por hacer, no sé si para ser heroicos, lo más seguro que no,
pero si para contribuir a una sociedad que requiere revolucionarse, que
requiere ser de otra manera, donde el desconocimiento de la existencia del otro
sea la excepción.
Lo más probable es que no
necesitemos un día para festejarnos, lo que no implica que no podamos reconocer
el quehacer profesional de muchos psi, que desde el lugar de lo cotidiano
contribuyen desde una postura ética y crítica.
*Psicólogo por la UAM Xoxhimilco. Diplomado en Clínica Psicoanalitica en UAM Xochimilco. Diplomado en Clínica de Freud en Dimensión Psicoanalítica. Estudios de maestría en Psicoanálisis en Dimensión Psicoanalítica. Consulta privada en CDMX desde 2011. Correo electrónico: psimauro.cm@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario